sábado, 14 de noviembre de 2015

Hay ojos que miran, hay ojos que sueñan- Miguel de Unamuno


Hay ojos que miran, -hay ojos que sueñan, 
hay ojos que llaman, -hay ojos que esperan, 
hay ojos que ríen -risa placentera, 
hay ojos que lloran -con llanto de pena, 
unos hacia adentro -otros hacia fuera. 

Son como las flores -que cría la tierra. 

Mas tus ojos verdes, -mi eterna Teresa, 
los que están haciendo -tu mano de hierba, 
me miran, me sueñan, -me llaman, me esperan, 
me ríen rientes -risa placentera, 
me lloran llorosos -con llanto de pena, 
desde tierra adentro, -desde tierra afuera. 

En tus ojos nazco, -tus ojos me crean, 

vivo yo en tus ojos -el sol de mi esfera, 
en tus ojos muero, -mi casa y vereda, 
tus ojos mi tumba, -tus ojos mi tierra.

He oído lo que decían los charlatanes, Canto a mí mi mismo- W. Whitman

He oído lo que decían los charlatanes sobre el principio y el fin,
pero yo no hablo del principio y el fin.

Jamás hubo otro principio que el de ahora,
ni más juventud ni vejez que las de ahora,
y nunca habrá otra perfección que la de ahora,
ni más cielo o infierno que éstos de ahora.

Instinto, instinto, instinto,
siempre el instinto procreando el mundo.

Surgen de la sombra los iguales, opuestos y complementarios,
siempre sustancia y crecimiento,
siempre sexo.
Siempre una red de identidades,
siempre distinciones,
siempre la vida fecundada.

De nada vale trabajar con primos, cultos
e ignorantes lo saben.

Seguro como lo más seguro, enclavado con plomo
en las columnas, abrazando al poste firme,
fuerte como un caballo, afectuoso, soberbio, eléctrico,
yo y este misterio aquí estamos frente a frente.

Limpia y tierna es mi alma, y limpio y tierno es todo lo que no es mi alma,
si falta uno de los dos, ambos faltan, y lo visible es prueba de lo invisible,
hasta que se vuelva invisible y haya de ser probado a su vez.

Cada época ha humillado a las otras enseñando lo mejor y desechando lo peor,
y yo, como conozco la perfecta justeza y la eterna constancia de las cosas,
no discuto, me callo, y me voy a bañarme para admirar mi cuerpo.

Hermoso es cada uno de mis órganos y de mis atributos, y los de todo hombre bello y sano,
ni una pulgada de mi cuerpo es despreciable, y ni una debe ser menos conocida que las otras.

Me siento satisfecho: miro, bailo, río, canto;
cuando mi amante compañero de lecho, que ha dormido abrazado a mí toda la noche, se va con paso quedo al despuntar el alba,
dejándome cestas cubiertas con lienzos blancos que llenan con su abundancia mi casa,
yo las acepto con naturalidad, ¿pues habría de tasarlas hasta el último céntimo para conocer exactamente el valor de su regalo?

A un olmo seco, Campos de Castilla- Antonio Machado.

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
   ¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
    No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
     Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
      Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo, en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Canto VI - Los cantos de Maldoror (Les chants de Maldoror, 1869; Conde de Lautréamont)

 "Es bello como la retractilidad de las garras de las aves rapaces; o también como la incertidumbre de los movimientos musculares en las llagas de las partes blandas de la región cervical pasterior; o más bien, como esa trampa perpetua para ratas, tensada de nuevo sin cesar por el animal atrapado, que indefinidamente puede cazar roedores por sí sola y funcionar incluso escondida bajo la paja; y sobre todo, ¡bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas!"


Autopsicografía-Fernando Pessoa

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído,
No los dos que el poeta vive
Sino aquél que no han tenido.

Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin real destino
Que se llama corazón.


Sonatina-Rubén Darío.

La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
—la princesa está pálida, la princesa está triste—,
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor»